La Porfía
- Fecha: 27 / Agosto / 2021
Los estudiantes no tenían ni idea de qué significaba el nombre. Y alguno de sus tres profesores tampoco. La Porfía es una escuela rural a dos horas de Yopal, a la que se llega por una maltrecha carretera y que pertenece a su jurisdicción. Ante la creciente sensación que a veces tengo de que ya no hay nada que hacer, La Porfía volvió a insuflar de espíritu mis pulmones. Qué belleza de nombre para una escuela. Su maestra principal, Lady González, es una mujer mitad Juana de Arco y mitad Angela Merkel. Lucha, casi literalmente, porque los padres de familia vuelvan a traer a sus 52 estudiantes, pero hasta ahora a duras penas le llegan la mitad.
Los padres se niegan porque los varones están trabajando en el campo y las mujeres cocinando para ellos, y si vuelven a la escuela quién los va a ayudar y quién les va a cocinar. El trabajo infantil y adolescente después de más de un año de pandemia con las escuelas cerradas o a medio abrir se disparó. Las consecuencias serán peores a mediano plazo, pues el embarazo no deseado junto con la ampliación de las brechas sociales harán que el círculo oscuro de la pobreza tenga un radio mayor; eso, para no mencionar que en el peor de los casos el reclutamiento forzado, que siempre acecha, podría arrebatarles a las escuelas a sus invitados naturales para que después se sigan preguntando los detractores de oficio si el proceso de paz (inacabado e imperfecto por naturaleza) no les devolvió a las escuelas a muchos de sus convocados extraviados. Esa sola razón lo habría justificado una y mil veces.
En medio de las carencias ancestrales, mientras en el Congreso de la República se preguntan dónde están los $70.000 millones de un adelanto para conectar las escuelas rurales a internet, Lady insiste en su escuela casi tan perdida como ese dinero. Les habla a sus estudiantes de todo, como buena maestra unitaria que es, y llena de dignidad los tres salones que tiene en medio de la sabana. Sabe que la escuela formal debe dar paso a currículos más prácticos, menos enciclopédicos y sobre todo más conectados con el entorno. Hacía mucho tiempo no veía escuelas con estudiantes de distintas edades en el mismo salón. Esa circunstancia, bien aprovechada, podría potenciar los aprendizajes colaborativos y la solidaridad de cuerpo. Pero necesita una mano. Y mis estudiantes y yo se la vamos a dar porque sabemos que nadie puede solo, pero también porque sabemos que es necesario abrirles un boquete a los iglús en que usualmente el sector privado en educación se convierte. A pesar de los buenos discursos. A pesar de las frases de postín de sus idearios.
Al regreso del viaje los chicos que me acompañaron me pidieron volver pronto. Ellos solos. Habían quedado tocados. Por todo. Les dije que sí, que claro, pero que inventáramos algo para salvar el clásico asistencialismo. En eso estamos. Y volveremos pronto. Mientras Lady y su equipo porfían, siguen porfiando.