Decisiones
- Fecha: 03 / Agosto / 2021
No soy exalumno de la Universidad de los Andes. En mi época de estudiante de la vecina Universidad del Rosario, me colaba a las clases de Literatura del imperecedero Ramón de Zubiría, uno de los mejores maestros que he conocido, quien, además, había sido quizás uno de sus principales rectores porque era un humanista sin que se le notara. Años después, llevado de la mano de la inolvidable Helena Alviar, estudié una maestría en Derecho con profesores igualmente inolvidables como Diego López y Daniel Bonilla, entre muchos otros. He pensado en todos ellos a raíz de la decisión de Alejandro Gaviria de querer ser presidente del atribulado y demente país en que vivimos.
No lo conozco. Lo escuché una vez hablar sobre educación y luego cruzamos un par de palabras. Querido tipo. Tranquilo. Juicioso. Casi tímido.
¿Por qué habrá escuchado los cantos de sirena de la Calipso criolla? No tengo ni idea. Como tampoco sé si tiene posibilidades de salir elegido. Y no discutiría su legítima decisión. Lo que sí creo es que la academia, la de cualquier universidad incluso con menos pergaminos, se desnaturaliza con ese tipo de decisiones. Se confunde todo. No digo que no sea válido o que no haya pasado. Incluso al revés, como le pasó a él mismo: salir de un cargo público a ser rector. Pero se confunde todo. Una de las tragedias del educador (hay muchas alegrías también) es saber hasta dónde la sociedad a la que entrega después de cada jornada a sus discípulos borra de un solo golpe de realidad lo que le ha costado tanto esfuerzo. La vida de la academia no es la vida allende sus muros. Pero la prepara, la interroga, la transforma. Es por eso que día a día la escuela, la academia, nada contra las órdenes fluviales de la sociedad abyecta a la que pertenece, si quiere ser una apuesta para formar una nueva ciudadanía, una nueva clase de ser humano, más reconciliado con sus semejantes y menos encandelillado por el espejismo de la primera persona del singular.
Tal vez el posible candidato Gaviria crea genuinamente ser más útil desde el mancillado solio de Bolívar que como rector. No lo sé. Pero habrá lastimado los ideales de muchos, que veían en él un regreso a un humanismo hondo y activo tan mirado de soslayo por las lógicas de los mercachifles de turno.