Lo Insostenible
- Fecha: 02 / Abril / 2021
Tengo un gran respeto y admiración por el sector oficial de educación. Lo digo con todas sus letras. También por el privado. Pero mientras el primero da vueltas alrededor de los eternos argumentos de la precariedad y sus conjuntos, el segundo reabre las puertas de las instituciones escolares a base de esfuerzo y voluntad. Y compromiso.
No sea injusto, profesor Bayona, se me dirá. El sector privado goza de mejores condiciones. No es cierto. Al menos no siempre es cierto. Conozco muchas instituciones privadas que con las uñas han reabierto sus puertas, que no tienen ni la infraestructura ni los recursos de muchas instituciones oficiales y que no les ha quedado más remedio que reducir sus nóminas. Hay otras, es verdad, que tienen más recursos y más posibilidades. Pero ni es tan cierto que el sector oficial es mediocre e indefinidamente precario, como tampoco lo es que el privado es pudiente y mayoritariamente exitoso.
Sorprende que mientras unos abramos las escuelas, los otros discutan cuándo las van a abrir. Sorprende que mientras el sector privado les pone la cara a sus alumnos, el sector oficial, presa de los clásicos reflejos condicionados de un sindicalismo que linda con el autismo, aparezca de repente lleno de comorbilidades. Es como si se sintieran cómodos. No todos, por supuesto. Esa sería una generalización impropia. Pero piensa uno que al menos en Casanare, donde vivo, muchas escuelas públicas podrían haber abierto hace semanas. Parcialmente. Poco a poco. Como lo ha hecho el sector privado. El beneficio para la sociedad en su conjunto sería inmenso.
Pero no. Hay millones de estudiantes del sector oficial que llevan más de un año sin escuelas. A fuerza de teléfono algo hacen. Y de guías. Hablo de lo que veo. No es una hipótesis. Si se esperan a que estén las condiciones, como afirman sus líderes para poder mirar de nuevo a los ojos a sus estudiantes, mucho me temo que se van a quedar esperando. Y no es justo. No es ético. La escuela no es sólo un lugar donde se acortan las distancias sociales y se propende por la equidad; dadas las condiciones de la violencia que no cesa, es un factor de protección esencial en los territorios. Y teniendo en cuenta las dificultades de conexión que tiene la ruralidad, razón de más para abrir más temprano que tarde. Creo entonces que el magisterio oficial tiene una oportunidad preciosa para brillar desde el compromiso con la vocación y con los estudiantes ante sí mismos y ante la opinión pública. Hay muchos que lo harían. Pero los señalan. Con el índice inquisidor de la traición. Lo otro es seguir arrellanados en el sillón de la burocracia oficial y esperar sin pena ni gloria a que el virus se vaya.
Y no se va a ir.