La línea amarilla
- Fecha: 29 / Octubre / 2022
Después de tres años no tuve más remedio que pagar la multa. Mi alegato fue derrotado. Había adelantado un enorme camión que subía a 30 kilómetros el alto del crucero a la salida que de Sogamoso conduce a Yopal. Y lo volvería a hacer. A mi juicio se podía adelantar por la recta de más 120 metros que permitía total visibilidad. No puse en riesgo a nadie, no creé ninguna zozobra. Eso sí, lo hice en doble línea amarilla continua. De lo contrario habría tenido que seguir detrás del camión hasta Toquilla o hasta el propio Yopal como me dijo el policía de carreteras que me impuso el comparendo. Mi problema no tiene que ver con la importancia de la línea amarilla y en general con las señales de tránsito. Claro que no. Mi alegato se basó en el lugar donde estaba pintada. Debía ser discontinua. Por la recta.
¿Qué si me dolió el millón largo de pesos que pagué? Claro que sí. Además había desistido de tomar el curso y pagar la mitad del comparendo. He declarado muchas veces que lo mío es el idealismo. Empecé por reconocer que mi adelantamiento supuso pasar por encima de la doble línea continua amarilla. Porque así fue. E intenté, sin lograrlo, demostrar que la doble línea es estúpida en el sitio donde está. Carece de cualquier racionalidad. Llegué hasta el Ministerio de Transporte. Bueno, intenté llegar por entre la maraña de funcionarios que como los buenos equipos de fútbol pasan el balón a un solo toque. De primera.
A la salida de la tesorería de la oficina de tránsito, vadeando mi derrota pensé en los colegios, en cuantas líneas amarillas continuas pintamos a veces porque sí y a veces porque nunca se sabe y a veces porque es mejor curarse en salud. El inventario es largo. En los sistemas de evaluación, en los manuales de convivencia, en la presentación de los trabajos, en las prácticas de clase, hasta en el recreo. El derecho como negación o prohibición tiene en las escuelas un escenario privilegiado. Nos encanta el no. Casi nunca algo se puede si tal cosa o tal otra, al punto que un sujeto en formación pueda ejercitar el arduo y apasionante aprendizaje de formarse un criterio, un juicio propio. Se prohíbe. Punto.
Subvertir una norma supone una autonomía moral de más alcance y mayor responsabilidad que el constreñimiento razonable que la norma impone. Restringir la conducta no es el único cometido de la norma. También cabe orientarla. E incluso propiciar una conducta correcta y sensata en caso de su defecto o desaparición, pues de lo contrario se podría alegar estúpidamente que como no estaba la línea continua pintada en la curva, esa ausencia me daría el derecho a adelantar. Y obvio no. La curva impone su dominio. De hecho, es frecuente que el tráfico lento o pesado le ayude a uno a adelantarlos con una pequeña señal. Incluso en curva. Con esa ayuda, uno tiene información de mayor calidad para tomar una acción. O quedarse detrás hasta cuando aparezca, si es que aparece, la discontinuidad de nuestra colombianidad.