La Pared
- Fecha: 24 / Agosto / 2022
Hay una pared de mi despacho de rector que se ha convertido en un muro para los estudiantes. Escriben sus cosas. Hacen sus dibujos. Pintan de colores casi todo. Sus soledades y sus miedos. Tienen una cajita con marcadores a su libre disposición. Y entran de repente y se sienten seguros y tranquilos con el ejercicio. Yo ni miro y sigo con mis asuntos. Pero igual me entero un poco. A veces se tachan unos a otros. Es maravilloso verlos.
Muchas veces no estoy y me sorprende llegar a la oficina y ver lo que ha pasado. Hay de todo. Sentencias de amores fallidos, peticiones a la tienda escolar, declaraciones a los profesores, dibujos de paisajes con mariposas y personajes de sus propias mitologías, canciones, versos sueltos, discípulos de Kandinsky en plena ebullición. A veces, todo hay que decirlo, se pasan un poco. No importa demasiado. Hace parte del ejercicio de crear confianza personal, sentido de pertenencia y entretenimiento verdadero. Eso para no mencionar el hecho más precioso y es ver, de reojo, cómo emergen a la superficie inmaculada de la pared, todo tipo de motivaciones individuales que están en los cuartos de máquinas de cada embarcación personal.
En ocasiones (casi siempre soy invisible), me preguntan por esto o por aquello. Y si a uno no se le nota demasiado la intención pedagógica, los diálogos que de allí surgen son un hontanar inagotable de etnografía escolar que, de otra manera, quedaría oculta. Todo surgió de manera natural cuando unos chiquitos del preescolar simplemente empezaron a rayar la pared como una forma contundente de resolver una discusión entre ellos.
Yo los dejé. Y cuando la pared ya no aguanta un trazo más y se ha convertido en un apunte privilegiado de Jackson Pollock, viene alguien y la pinta de blanco totalmente y la vida renace una y otra vez. No se crea que lamentan mucho la pérdida de todo lo anterior. La nostalgia les dura uno o dos recreos (deberíamos aprender de su capacidad de resistir), y vuelven antes que después, a verter en ella sus historias, sus relatos, sus ojos alucinados. Ya llevan cuatro o cinco paredes. Hoy me pregunto por qué no lo hice hace muchos años.
Los padres de familia en su gran mayoría entienden el inusual lugar del experimento cuando de repente al entrar a mi despacho, los sorprende la pared a gritos. Yo les cuento un poco de qué se trata. Tampoco tiene mayores pretensiones. Y a aquellos que les parece una falta de respeto, (en su derecho están), les recomiendo que en una pared de su casa ensayen. Nunca es tarde. Nunca.